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miércoles, 24 de abril de 2024

La noche sórdida de las tarifas

Es sorprendente por lo menos, sino deprimente observar como lo mas selecto del cuerpo médico colombiano se debate calculando su futuro peso a peso, como en los días sórdidos de Barba Jacob: "... la noche nos sorprende, con sus profusas lámparas, en rútilas monedas tasando el bien y mal".

La costumbre moral de otorgar socialmente al médico unos privilegios que siempre tuvieron que ver con su ascendiente como sanador y sabio, derivaron inevitablemente en privilegios financieros en virtud del devenir de la historia que no se puede separar del influjo capitalista; sería necio e inútil hacer el ejercicio.


Pero sí es preciso entender en esta coyuntura cuál es la inspiración del oficio médico, una vez más para dar tal vez una tenue luz en la noche sórdida. El oficio del médico es esencialmente uno de servicio. Eso está consagrado desde el juramento de Hipócrates, pasando por las máximas de asociaciones gremiales mundiales hasta las constituciones políticas de algunos países. En algunos países en los que la salud la hemos definido como un derecho fundamental, la condición de servicio en el oficio médico se erige como un imperativo categórico. 


Y como en las sociedades con un alto sentido no solo del servicio, sino del trabajo y del reconocimiento de la ciencia y la tecnología pero fundamentalmente de la responsabilidad e importancia social, el fundamento de la remuneración económica de dichos oficios y no solo del médico, debe tener el tratamiento digno que representa.


Una sociedad que acepta y mantiene el hecho legítimo de que, por ejemplo, sus más exigidos representantes a cargos gubernamentales tengan un emolumento que se atiene a la magnitud e importancia de su tarea no pueden estar distantes de los de quienes proveen los servicios sociales más exigentes. En ese orden de ideas, la remuneración de todo el personal que garantiza un derecho fundamental tan importante y definitorio de la condición social de un país que se precia de buscarla en su mejor expresión, debe ser acorde a esa inspiración. 


No se entiende porqué, precisamente ahora, no estamos hablando y debatiendo sobre establecer sólidamente unas condiciones salariales para todo el estamento de la fuerza laboral en salud de Colombia, comparativas con las del gobierno en sus ramas ejecutiva, legislativa y judicial bajo preceptos de una fuerte seguridad social, derechos de agremiación por profesiones y especialidades, carrera laboral pública, reconocimiento al estudio y entrenamiento calificado y especializado, estratificación por riesgo de responsabilidad civil médico-legal y de exposición a condiciones laborales riesgosas, así como de otras condiciones particulares de todos los oficios de la salud.

Repito, no se porqué no hemos empezado a hablar de esto y seguimos en el oficio espurio de contar pesos contra manuales de tarifas como mercaderes de bisutería.


Si nosotros entendemos la inspiración y la dimensión de todos los oficios que se relacionan con lo que se requiere para asegurar unas condiciones de salud entendida como un derecho fundamental para nuestra nación, es en el escenario que merece un debate de la altura que se propone. Para qué son las agremiaciones sino para ofrecer este tipo de propuestas en las que siempre se han quedado cortas y respondiendo a otros intereses algunos más nobles que otros.

No creo que es sano caer en el juego interminable del negocio de tarifas e interpretaciones de mercadería. 


El gobierno en este momento histórico debe entender que lo que viene de lo mas exigido y capaz de su fuerza laboral médica es, en primer lugar, solidario con su pueblo, es digno con su propia condición y es deliberante en el más alto escenario público.

sábado, 14 de mayo de 2022

Porque voy a votar por Petro... otra vez.

Quiero dejar esta publicación en la que rompo un silencio que obedece a no propiciar confrontaciones, por varias razones entre las cuales está oírme a mi mismo, aclarar a algunas personas cercanas a mí varias ideas y fundamentos que no pudieron ser oídos en momentos donde fue posible al menos intentar un debate que no pudo llegar a un término de conclusiones, o mejor, de encuentros para no usar el término de acuerdos que tanta resistencia inetelectual y pereza espiritual genera en nuestro país.


No voy a unirme a un grupo de resentidos que pretenden desbaratar un país y crear una nueva Venezuela, no me estoy uniendo a una causa por una pose intelectual en la que es fácil y vistoso ser un “comunista con privilegios”, no voy a insistir en apoyar una propuesta idealista de un megalómano ignorante e irresponsable, no voy a coincidir con los proyectos de un grupo de personas moral y legalmente impedidos para gobernar y hacer cumplir nuestra constitución. No, no se trata de eso.


Se trata de reconocer y unirme al resentimiento válido de millones de personas, mayorías de este país que han vivido y parido generaciones sucesivas dentro de un sistema en el que el Estado ha sido manipulado sistemáticamente por sectores exclusivos para obtener privilegios desconociendo derechos fundamentales. Yo no tengo motivos para estar resentido socialmente, pero reconozco como plenamente válido el resentimiento de muchos y esta es una oportunidad legítima no solo de expresarlo sino de superarlo. Me uno a esa propuesta. 


Creo que Colombia se merece un destino incomparable a algún otro país del mundo, incluida cualquier nación del “primer mundo”. No me parece inteligente ni sensato compararnos con nuestros vecinos con los que compartimos muchos hechos históricos y realidades sociales; menos cuando se trata de diseñar para nosotros mismos nuestro propio destino; eso sería una falta de imaginación y de compromiso con nuestras propias capacidades y nuestras realidades particulares. No quiero seguir siendo un privilegiado vergonzante, quiero un país de gente que se otorga sus privilegios sobre la base de entender, reconocer y trabajar arduamente por sus derechos comunes y fundamentales. Quiero un país diverso y libre, no quiero un país de siervos ni de estratos. No quiero conservar tradiciones que nos categorizan en razas, géneros y roles productivos o sociales y nos alejan de una identidad de nación, quiero una nación que se identifica por su historia, su territorio, sus posibilidades, pero sobre todo por sus acuerdos. Me uno a esa idea.


Me uno también a la idea de que por quien votaré es producto de este país convulso, desigual y violento quien ha trasegado por los territorios de la exclusión, la ilegalidad y la violencia, pero se ha acogido a la legitimidad del establecimiento que hemos implementado de manera torpe, incompleta y dolorosa, pero nuestra. Y lo ha hecho con creces, para disentir, para denunciar, pero también para proponer. Y su propuesta es legítima, osada, exigente y nos saca a todos de la zona de un envilecido conformismo retrógrado y excluyente, nos pone a pensar y ojalá nos ponga a hacer, a reconocer, a conceder y a lograr. Me uno a esa causa. O, ¿cuándo y cómo es que vamos a empezar a lograr cambios sociales? 


Deliberadamente vuelvo a votar por Petro porque es el único que habla de una propuesta con fundamento en los derechos. Eso hace toda la gran diferencia conceptual con los otros candidatos. No los derechos bajo la interpretaciones tímidas, ambiguas o amañadas en intereses particulares. No, yo hablo de los derechos de otros que han sido desconocidos a pesar de que hemos acordado reconocerlos cuando definimos la Constitución de 1991. Yo firmemente creo que necesitamos alguien que lidere su ejecución. 


También creo que su eventual período de gobierno tiene toda la posibilidad de ser traumático, convulso, exigente y, si quisiéramos, violento. Pero eso no depende ya de la propuesta. Depende fundamentalmente de cada uno de nosotros, de nuestra capacidad de adaptación, de transformación, en últimas, de evolución de la conciencia. Nuestra más obvia posibilidad evolutiva como especie es la del uso la conciencia. Ahí está el reto de adaptabilidad a un entrono que se agota dentro una convivencia social en la que no se tolera la desigualdad. Vamos a ver con qué grandeza, ingenio, tenacidad y sensibilidad vamos a afrontar esta posibilidad evolutiva. 


Me uno a una causa conocida, solidario y libre a la que ofrezco mi indeclinable voluntad de trabajo y lo que precise lo que acordemos como nación a la que percibo buscando genuinamente asumir su propio destino común.

jueves, 23 de julio de 2020

9 de abril de 2020

Puede ser importante que nos demos cuenta que esta situación que entendemos como pandemia o una crisis de salud sin precedentes, no es precisamente una guerra aunque sus efectos sociales finales sobre la población humana sean similares. Y no es una guerra porque esencialmente no surge de una pugna por el poder ni por recursos entre naciones. Puede ser importante entender que todo esto surge espontaneo como una interacción de especies, de ecosistemas. Tal vez evitable, en cuanto prevista, como muchos de los eventos que la ciencias humanas nos vienen advirtiendo desde hace décadas a pesar de una creciente dicotomía entre algunos sectores poder político y económico y algunos sectores de la ciencia que aún no sucumben totalmente a los avasallantes intereses de los primeros.
Parece que esta vez esta pandemia viral no extinguirá la especie humana y en algún momento lejano lloraremos a nuestros muertos como héroes involuntarios de una especie de guerra que pareciera que ninguno de nosotros declaró, o simplemente lo veremos como un fenómeno ecológico que todos propiciamos. Ciertamente esta vez la devastación va a ser peor, pero así como tal vez no desaparezca la especie humana, tampoco la de los virus. Los riesgos de subsistencia adquieren una relevancia real y las condiciones de nuestra interdependencia y equilibrio están por definirse.
Esta vez, de este nuevo fenómeno de interacción surgió una amenaza a la existencia común de los hombres como especie que nos hace dimensionar la fragilidad de la vida humana y nos debería hacer reflexionar de nuestro éxito, nuestras prioridades y decisiones como especie. Han surgido, como grama en tiempo de lluvias, las ideas de renovación, de reinvención en todos los órdenes, los oficios y las ideologías. El balance de nuestro devenir como colectividad todavía está por hacerse.
Es increíble, pero nos toma esta situación sin haber hecho el balance completo del impacto de nuestro entorno, de nuestro propio nicho evolutivo cercano, el que nos dio la posibilidad de surgir como homo sapiens sapiens desde una fórmula original a través un misterioso, delicado y complejo juego. Todavía, no como especie ni como individuos, tenemos claro cómo comportarnos desde nuestras convicciones para vislumbrar un entorno conectado con otras especies y elementos que garantice a todos estos una existencia común. En esto, la ciencia aún no crea conciencia; es increíble.
Pero lo más significativo desde nuestra perspectiva humana es que nos toma, también, esta situación sin haber hecho el balance de nuestras propias conquistas. Hace cerca de trescientos años conquistamos el reconocimiento mutuo a la existencia y sus condiciones a través de la Declaración de los Derechos Humanos. Tuvimos la osadía de llamarlos Universales, como si la existencia humana debiera prevalecer sobre la de otros con quienes la compartimos en el Universo. En nombre de esos derechos cambiamos nuestra manera de dirigir nuestros destinos comunes y dimos un sentido nuevo a casi todas las actividades humanas.
Sin embargo, en lo fundamental, esa tarea la hemos hecho de modo tan pobre, tan corta en sus alcances, tan compleja en su implementación, tan ajena a nuestra vidas cotidianas que lo único que podemos sentir de ese balance en los días en que vemos los efectos de la amenaza global es vergüenza colectiva. Por supuesto que brillan los opositores al devenir insolidario, muchos con la luz de lo eterno. Pero mirando todo el escenario, no nos pudo tomar en un momento más flagrante de la falla de implementar los derechos de todos los hombres. No hicimos las tareas que nosotros mismos nos propusimos. Produjimos segmentos de humanos muy privilegiados y hordas de humanos marginales. Los lemas institucionales de la igualdad y la justicia se desmoronan. Un decepcionante escenario a la luz de nuestras conquistas a medias como especie.
Hoy también existen miles de argumentos para no haber asegurado nuestras tareas fundamentales como especie. Categorizamos el valor de la vida humana por razones afincadas en las interpretaciones y tergiversaciones más diversas e inverosímiles de las ciencias sociales, naturales y exactas, de las doctrinas religiosas y de los conocimientos ancestrales. Así, ponemos en riesgo la existencia de millones y abandonamos el propósito de generar las condiciones que garanticen la dignidad humana para no hablar de la de nuestro entorno. A ese combustible le pusimos el fuego de una exponencial capacidad para la desconfianza humana que consumió todo indicio de compasión.
Todo nuestro afán por proteger los derechos de cada ser humano sucumbió en aras de nuevos paradigmas que justificamos en otras conquistas en la ciencia, el capital, el placer, los dogmas, el progreso pero casi ninguno en la vida emocional, la intuición, la creatividad, la compasión, el dolor y la renuncia. Acaso no fueron estos últimos, los elementos fundacionales de las vidas de todos los seres humanos que inspiraron la incepción de los Derechos Humanos y de quienes contemplamos con indignación sus destinos finales en la miseria, en la horca, en la pira, en el destierro, en el hambre, en la ignorancia, en el abandono y en la traición de sus congéneres hasta que la muerte les llegó como un dádiva del Universo? No fue todo esto lo que nos inspiró a ser todos, al menos, iguales?
Es así de simple; decidimos abandonar una gran dimensión de nuestra condición humana. Esa que nos hace sabernos frágiles y no invencibles. Esa que nos hace aprender del dolor y la pérdida y no guiarnos por el placer y las conquistas. Esa que permite el llanto, la derrota, el fracaso, la escasez, la incertidumbre y la fragilidad como elementos consustanciales de la vida y fuentes del saber profundo. Esa que no necesita de la imagen, el prestigio, la abundancia, la erudición ni el poder para relacionarnos con otros ni con el universo ni con nuestro propio sentido de la existencia.
Hemos abandonado una dimensión humana que se cultiva en la convivencia primordial y elemental del núcleo familiar cualquiera sea su composición pero fundada en la solidaridad ante la adversidad y la finitud. Aceleradamente nos convertimos en turistas perennes de la aldea global en una búsqueda insaciable de experiencias de placer que desgasta los recursos del entorno cada vez más limitados y las vidas de muchos para alimentar y aceitar la gran maquinaria de la productividad y el consumo. A la ciencia la usamos como mejor le convenga a los que derivan algún privilegio de cada sistema productivo y así dimos el giro fatal para preferir toda clase de instituciones y no a todas las personas. No somos dueños ni responsables de la tierra, del aire ni del agua; somos usuarios de servicios que pagamos en línea y exigimos condiciones pactadas en contratos. Somos demasiados para los recursos y nuestra mejor apuesta fue alinderarnos en naciones, corporaciones y ejércitos para acaparar y especular, no para usar los linderos para compartir y negociar desde lo justo y equivalente. Perdimos el sentido de la humildad y nos pusimos la camiseta del éxito.
Esta vez no moriremos todos. Dicen que la vida humana cambiará definitivamente. Me pregunto cómo será ese cambio. Me pregunto, qué principios nos guiarán ahora cuando llegamos a un momento de fragilidad colectiva sin haber hecho las tareas que nos propusimos en las más significativas conquistas humanas. Intuyo que las respuestas saldrán de cosas simples y presentes en cada uno de nosotros después de altas cuotas de dolor colectivo. Pero esta vez tampoco cambiaremos todos.
Me arriesgo a pensar que las respuestas que llevan esperanza para las hordas de humanos marginales, abandonados, segregados y en fin, todos los expuestos al inefable destino de esta especie diversa, están en la capacidad de confiar. Ella puede surgir cuando imprimimos de voluntad humana a las experiencias personales de la fragilidad, del dolor, del miedo y de la pérdida. Confiar, que nace de asumir la certeza de que el otro, que todos los otros están ahí por una razón que tiene que ver con mi destino humano. Confiar en el otro, en el destino, en cada ser humano, a pesar de que no hay certezas, a pesar de la traición, a pesar de la soledad, a pesar del dolor y la pérdida; a pesar de que la vida propia acabe.
La acción del humilde no es infravalorar lo propio ni asumir la desesperanza. Confiar es la acción de los humildes. Y es la única manera de generar más confianza. Humildad es lo único que queda para aplanar la curva creciente de insolidaridad con nuestros congéneres y con nuestro entorno. Humildad que permite contemplar el horror y la belleza. Humildad que permite asumir la pérdida y el éxtasis. Humildad que permite acoger la escasez y al abundancia. Humildad que permite ser uno en el todo.

Los héroes

La noción del heroísmo está fincada en el ámbito nuestro desempeño social, cultural y más precisamente en la experiencia de los privilegios desde los orígenes de los pueblos y sus culturas. Con un poco más de precisión aparece un heroísmo de míticos privilegios a través de la sublimación del dolor y las desgracias en la cultura helenística. De ahí surge el heroísmo ejemplificante que las religiones adoptan bajo las categorías de mártires, santos y los guerreros y militares trasladan al escenario de las confrontaciones bélicas para denotar otros comportamientos excepcionales. Después de la incepción de los Derechos Humanos como principio de igualdad entre los humanos la noción de heroísmo adquiere un tinte político. Se desmitifica y se desmilitariza y se populariza.
No obstante, las acciones excepcionales que individuos específicos hacen en pro de sus comunidades o de la humanidad entera son usualmente invisibles a menos que alguien las use con el propósito de tener un mejor rating o audiencia como un perendengue comercial. Son esas acciones de individuos invisibles excepcionales las que tienen el mérito, ya no del privilegio sino el valor de la renuncia, la humildad, la perseverancia y la confianza en el otro para hacer prevalecer términos humanos como los de compasión, protección y el cuidado por otros y por el entorno antes que por ellos mismos.
Se adapta esta nueva versión del heroísmo a esta mediatizada visión del héroe médico de la pandemia contemporánea? No responde esta misma versión a una necesidad de expiar un engendro de la culpa de la desigualdad social, y adquiere un tono subconciente de chivo expiatorio?
Pero veamos la realidad del heroísmo del oficio de todo el personal sanitario en Colombia, si es que tanto nos interesa este fenómeno. Lo primero que hay que decir, en consonancia con todo lo que ocurre con el diagnóstico de la situación de salud en nuestro país, es que no la conocemos bien. Tenemos asociaciones de hechos e información derivada y secundaria, pero nunca se ha generado una información primaria suficiente, sólida, metodológicamente confiable y mucho menos, útil para procesos de planeación en estrategias de intervención en salud ni de promoción del recurso humano en salud, en todas sus dimensiones.
Evidentemente existen algunos datos y estudios que tienen el mérito de haber investigado sobre recurso humano en salud en el ambiente hospitalario estatal y parcialmente el privado analizando condiciones laborales y de educación. En este sentido una de las publicaciones más valiosas es Oferta y Demanda de Recursos Humanos en Salud en Colombia. Se trata de un extensivo documento realizado por un equipo colaborativo de la Facultad Nacional de Salud Pública de la Universidad de Antioquia y el Ministerio de Salud del año 2007 en el que categoriza todo el recurso humano en salud disponible (no solo médicos) por sectores geográficos para relacionarlos con otras categorías que van principalmente al ámbito laboral para finalmente relacionarlos con condiciones de la demanda pero contemplada desde el plan de beneficios del sistema de aseguramiento y desde las necesidades de los aseguradores y de las instituciones prestadoras del servicio. La limitación fundamental es que no se contempla una fuente de información independiente que dé cuenta de las necesidades de salud de la población, no las de los ejecutores de la operación y que acaban excluyendo las de los usuarios; pero ese es otro cuento más grave aún. Por supuesto existen registros estatales, otorgados en concesión a desarrolladores privados gremiales separados por profesiones, que acopian información de buena parte del recurso humano en salud. Esa información solo da cuenta de condiciones de educación y certificación estatal.
De casi toda la información existente, primaria y secundaria, no sorprende llegar a conclusiones que son habituales a cualquier otro sector de la realidad nacional. Pero en esos tres fundamentales en la que la responsabilidad estatal es ineludible: salud, educación y seguridad, las conclusiones no son diferentes: es evidente una limitada e ineficaz intervención estatal desde la inversión y desde la ejecución de la operación misma para cumplir la misión. A su vez se evidencia una acción de regulación y normatización en proceso de mejoramiento pero con una muy alta, riesgosa y conveniente dependencia del voraz sector privado en todas las dimensiones de su función.
Esta situación se traduce en que, desde lo laboral, en el recurso humano en salud en Colombia existen condiciones de privilegios y otras de limitadas posibilidades y recursos. Si a ello le agregamos la limitada posibilidad de una capacitación de alta calidad en todas las profesiones “paramédicas” desde auxiliares de enfermería, terapeutas y rehabilitadores, promotores de salud y saneamiento, higienistas, etc., la situación es verdaderamente deplorable. En esto me atrevo a esta sentencia específica: En general, la universidad privada desconoce estas profesiones por no representar un segmento de alto rédito. El Estado y la Universidad Pública apenas se encargan de producir profesionales o técnicos con grandes limitaciones en el proceso y a costa de esfuerzos individuales que no corresponden.
Esta pandemia ha hecho ver lo útil y valioso del personal de salud especializado, no solo médico, sino de enfermería, de bacteriólogos o especialistas en laboratorio clínico, epidemiólogos y salubristas, virólogos y biólogos. Pero también debe hacer visible toda la labor del ejército de cuidadores de primeria línea que son los que siempre están en contacto con los pacientes, con las personas y sus necesidades básicas y específicas, y que nunca abandonan su oficio por una mezcla de necesidad, solidaridad y compasión, que nunca reciben el reconocimiento del sistema, nunca aparecen en las noticias ni en las estadísticas, nunca son los protagonistas del glamur mediático y solo reciben el trato de “héroes” por una acción derivada del privilegio de otros.
Hemos estado en una deuda antigua con nosotros mismos en procurarnos una sociedad, un sistema de salud fuerte en cuidadores de primera línea. Estamos en una deuda actual con aquellos que hoy son invisibles en su oficio. Debemos reconocer a auxiliares de enfermería y de laboratorio clínico, terapistas respiratorios, de rehabilitación, ocupacionales, de lenguaje, instrumentadores quirúrgicos, camilleros y patinadores, técnicos de radiología, electrocardiografía y electroencefalografía, técnicos de la morgue y patología, regentes y auxiliarles de farmacia, nutricionistas y auxiliares de nutrición, cuidadores de geriátricos y de casas de adopción, administradores de servicios hospitalarios, secretarias y auxiliares administrativos hospitalarios, auxiliares de limpieza e higiene hospitalaria, técnicos y auxiliarles en vigilancia hospitalaria. Si pensamos unos minutos en un cómo es la hora más demandante de su trabajo diario durante esta pandemia y los días que la precedieron, hallaremos que existen rasgos de verdadero heroísmo.
No podemos dejar pasar estas páginas particulares de nuestra historia sin empezar a transformarnos en una sociedad con cuidadores primarios sólidos, confiables, bien entrenados; en condiciones laborales no solo dignas sino atractivas para quienes tengan la vocación, con una conciencia clara del valor insuperable de la vida humana y sus condiciones. O será que después de un largo tiempo, cuando las condiciones permitan una vida social menos restringida, cuando el nivel de ansiedad permita volver a ocuparnos de las cosas intrascendentes de la vida, cuando hayamos llorado los muertos y se nos olviden todas las pérdidas posibles volveremos a esa normalidad en la que no necesitamos héroes, a menos que nos ocurra otra desgracia colectiva?

jueves, 12 de marzo de 2020

Comunicado para los coronavirus



Viendo esta página de la historia humana que hoy yo ayudo a escribir con todos mis contemporáneos humanos es inevitable para mi hacer unas reflexiones ante la desbordante paranoia y falta de solidaridad de la especie humana. Tal vez estoy esperando de la especie humana un comportamiento social que no corresponde y quise entender el comportamiento social de nuestra amenaza. Ante la falta de comunicación oficial por parte de la especie vírica, con quienes hoy nos enfrentamos en Pandemia, me permito dar el primer paso para llevarles a unos y otros esta comunicación. 

Ambos, ustedes los coronavirus, como otros virus y la especie humana hemos compartido el escenario de la "vida terrestre" durante miles de años si consideramos nuestros orígenes remotos. Es posible también que tuviéramos un ancestro común o por lo menos unos ancestros independientes como especies o formas de vida autónomas que coexistieron íntimamente compartiendo su material genético. Ambos hemos sobrevivido como formas de vida, por lo menos hasta ahora. Pero ambos no somos las únicas formas de vida del planeta tierra, un minúsculo y reciente teatro del universo evolutivo. Sin embargo, nosotros como especie, actuamos deliberadamente como si nos asistiera el "derecho" a subsistir como especie a toda costa, es decir, ese derecho es excluyente de las demás formas de vida y aún de algunos grupos y categorías de individuos de nuestra misma especie. La prueba irrefutable de esta sentencia es la historia antigua y reciente de las civilizaciones, religiones, culturas, naciones y empresas humanas. La historia de ustedes, los coronavirus que ha sido narrada desde la perspectiva de la ciencia, otro artilugio de las entendederas humanas, parece mucho mas simple y tal vez benigna y coherente. 

Cuál es el sentido de la existencia de ustedes los coronavirus? Son un obstáculo puesto ingeniosamente a la evolución de la especie humana con el fin de especializar y refinar las funciones inmunológicas humanas para seleccionar una población de individuos mas adaptados? Son un producto erróneo de un ensayo libre evolutivo con el que ahora nos toca convivir? Son un castigo divino a nuestro comportamiento social? Son ustedes el inicio del pago de un precio a nuestras desmedidas aspiraciones de subsistencia a toda costa? Podríamos responder afirmativamente a todas estas preguntas y estoy seguro que tendremos muchos individuos de nuestra especie inteligente detrás de cada una de esas respuestas afirmativas así como de millares de otras más, con mucho mas bases en la ciencia, en las creencias, en el temor, en la esperanza y aún en el nihilismo. Pero siempre tendremos una respuesta auto-referencial. Paranoica, si se quiere, pero exclusivamente desde una perspectiva humana. Es decir, desde nuestra perspectiva.

Hoy por hoy, desde la ciencia es imposible deslindar ese derecho a la subsistencia común porque la ciencia necesariamente ha tenido un "para qué" que nos hace prevalecer como especie. Y ese propósito está inefablemente ligado al nacimiento y desarrollo de la ciencia y su impacto en el acervo colectivo del intelecto, la razón y el inconsciente humanos. Hasta hace poco y en relación con nuestra subsistencia amenazada, se empiezan a esbozar ideas de un derecho compartido o común, a la subsistencia que nos conecta con una noción de solidaridad que supera lo meramente humano. 

Ustedes los coronavirus se han metido en nuestra esencia orgánica, pero mas grave, con nuestro sentido común e individual de subsistencia privilegiada, con nuestra esperanza y nuestro sentido de trascendencia y nos han causado pánico y paranoia. Ahora tenemos una especie llena de individuos falsamente solidarios, no como ustedes o  las bacterias o las hormigas o las abejas, sino con individuos autónomos atemorizados pegados a las más inverosímiles interpretaciones de toda representación para hacernos capaces de seguir abandonando nuestra ancestral intuición de proteger el derecho universal de subsistencia común. 

Estimados virus, hoy las diferencias entre los individuos humanos parecen acercarnos pero si nuestra pandémica coexistencia llega a afectar más nuestros niveles de paranoia y temor colectivo, esas diferencias nos van a separar en categorías que privilegiarán la subsistencia de algunos. Esto ya lo hemos hecho por otras razones a lo largo de la historia de nuestra especie. Será muy interesante verlo desde su perspectiva vírica. Tal vez como lo ha sido otras veces ver como han presenciado la extinción de hordas de especies antiguas y nuevas de un planeta que cambia rápidamente el escenario orgánico por uno de plástico.

martes, 24 de mayo de 2011

IPS Universitarias?

El Ministerio de la Protección social propone reglamentar la ley 1438, que de modo básico modifica, una vez mas y de manera precaria a la Ley 100. Dicha Ley 1438 es un híbrido administrativo que tiene pocos aciertos y múltiples desaciertos. Dentro de los últimos están sus errores de concepción y procedimiento, así como esta propuesta de modificación de su artículo 100 que tiene que ver con los Hospitales Universitarios. Ver propuesta de Ley en:

http://www.minproteccionsocial.gov.co/Normatividad/PROYECTO%20REGLAMENTACIÓN%20ART%20100%20LEY%201438%20DE%202011%20(2011-03).pdf 

Yo, en principio,  no concurro con la propuesta. Me parece que hay razón en decir que el proyecto es consecuente con lo que hasta ahora existe. Lo que hasta ahora existe en Colombia es una gran cantidad de hospitales (y clínicas de todos los tamaños y pelambres) con vínculos a universidades y muy pocos Hospitales Universitarios, en situaciones de alta susceptibilidad, por demás. Un Hospital Universitario de acuerdo a los criterios de su definición tiene una “misión docente” combinada con su “misión asistencial”. Eso se debe reflejar no solo en sus estatutos, sino de modo muy importante en cómo se estructuran y combinan esas dos funciones en la práctica y en los resultados de las dos funciones.

Me parece que el proyecto permite el mecanismo administrativo para otorgar a muchos centros hospitalarios o IPS cuyas misiones distan enormemente de la docencia, la categoría de Hospital Universitario simplemente porque así lo “deseen”, como dice ligeramente el segundo considerando del proyecto. Aún mas, el proyecto contempla unas vigencias como si esa categoría fuera meramente temporal, contingente o circunstancial y solo en virtud de cumplir unos requisitos básicamente documentales. Grave error en un medio tan proclive a la corrupción de la administración pública y privada como el nuestro.

La categoría de Universitario de un Hospital estriba, a mi modo de ver, fundamentalmente en la escuela que trasciende la noción misma de un programa académico. No basta con demostrar de forma documental unas vinculaciones de papel de  unos funcionarios de acuerdo con los propósitos de docencia e investigación del hospital. Lo fundamental es demostrar que sus médicos han sido profesores de una Facultad de Medicina y específicamente de una Universidad y su quehacer ha construido una escuela. Así las cosas, el numeral f. de los requisitos debe ser aún mas específico en el sentido de que los médicos del hospital deben demostrar una vinculación como profesores universitarios y de una facultad de medicina o de otras ciencias de la salud: enfermería, bacteriología, odontología, etc. y también de programas específicos de posgrados. Eso es lo que marca la diferencia de la categoría de Universitario. En el proyecto no se contempla que la Entidad de Educación Superior tenga mucho que decir al respecto, diferente de proveer documentos que de muestren: “experiencia específica de mínimo tres años en actividades docentes, académicas o de investigación, certificada por una institución de educación superior, o una institución prestadora de servicios de salud dentro del marco del convenio docencia servicio. A mi eso me parece un simiesco error pero de dimensiones gorilescas: Qué tal las IPS con convenios docente asistenciales otorgando títulos, ahora no solo de especialistas, sino de profesores universitarios? Inaceptable. No se puede desconocer de un plumazo la autoridad en el campo de la docencia universitaria precisamente a las Universidades. A qué le apostamos en este pais?

Creo que le falta al proyecto como la pieza fundamental lo que tengan que decir y proponer las Facultades de Medicina con programas acreditados en pre y posgrado, pertenecientes a Universidades acreditadas. No se puede tomar a la ligera el tema. No puede ser que todas las IPS que pululan en el medio ahora además tengan una vía legítima para ser Hospitales Universitarios. Yo creo que esa categoría merece una distinción mucho mas estructurada que simple un proyecto de categorización de las IPS dentro del propósito de  reglamentar la Ley 100. Me imagino que ya se debieron enviar, por parte del Ministerio de la Protección Social, copias del proyecto a las facultades de medicina acreditadas y a Ascofame, así como no sobra hacerlo con la Acandemia Nacional de Medicina y la Asociación de Sociedades Científicas para tomarles el pulso en este asunto.

Creo que los Hospitales Universitarios son, junto a otros excepcionales ejemplos, los últimos reductos del sistema de salud que pueden preservar un poco de las perdidas dignidad, autonomía y carácter docente del médico. No se entiende cómo este sistema neo-liberal que dizque pretende favorecer los derechos del pueblo, en este caso el de la salud y en particular en definir ahora quienes son los muchos posibles hospitales universitarios no quiso emplear toda la imaginación legislativa y administrativa, todos sus recursos financieros, todo el ingenio de los planificadores públicos para preservar insignias de la educación médica colombiana como el hospital San Juan de Dios, el Materno-Infantil y otros pocos, para darles los mecanismos (así como otras muchas opciones) que ahora se pretenden para un sinnúmero de IPS oportunistas que ven la educación como otro negocio paralelo al de la salud.

Ahora bien, falta analizar qué beneficios y oportunidades tiene en esta Ley 100 de marras ser un Hospital Universitario….


Juan R Correa
Cirujano Cardiovascular.... y profesor universitario

sábado, 14 de mayo de 2011

LA RABIA DE LOS DOCTORES.

Los médicos estamos decepcionados, cansados y francamente energúmenos con todo los que está pasando con un sistema de salud del que suficientes dudas y escepticismo expresamos hace mas de veinte años cuando se vislumbraba la aplicación de una ley que diera cuenta de los inveterados problemas del sistema de salud de los colombianos. No obstante le hemos apostado con suficiente interés y decisión a la implementación de un sistema de salud que ofrecía no solo visos sino unas bases y planes de un corte democrático, responsable, autónomo y sobretodo mucho mas eficiente. Los vergonzosos hechos al seno del Ministerio de la Protección Social y algunas EPS han demostrado una vez mas que no solo no hemos logrado las metas sociales propuestas sino que vivimos en medio de un estado y una sociedad de criminales. A mi juicio los delitos de los bienes públicos son graves pero cuando se trata de la salud de un pueblo susceptible de enfermedades tan elementales como la desnutrición y las enfermedades infecciosas prevenibles, por ejemplo, tal tipo de delitos son de lesa humanidad.

Dije que, no solo no logramos las metas sociales que habían sido el “gran invento” social y toda la escasa base social de los programas de gobierno de las administraciones anteriores y del presente presidente sino que, mucho más grave aún, nuestra noción colectiva acerca de nuestra propia seguridad social: la salud y la pensión por mencionar solo algunos puntos protuberantes de todo lo que abarca una verdadera seguridad social, es escéptica, insolidaria y excluyente. Lo verdaderamente lamentable es que además es criminal. Nuestra seguridad social colombiana es criminal. Y pareciera que eso ya no es suficientemente grave en una nación que se debate entre una inestabilidad social de larga data que la ha llevado, entre otras muchas cosas, a un conflicto social armado que muchos pretenden no calificar como tal pero que combaten con tanta fuerza ciega que argumentan así su polarizada beligerancia y estúpidamente olvidan las motivaciones y la simiente del dolor colectivo. Yo puedo entender que el dolor social colectivo originado en las injusticias e inequidades pueda resultar en una idea y acciones de una reivindicación social violenta, aunque su propósito se desvirtúe en el camino. Lo que queda muy difícil de entender es que los criminales de cuello blanco productos de las universidades, colegios y familias privilegiadas de este país del Sagrado Corazón no se hayan rozado ni un segundo con un sentido de solidaridad, de compasión o de simple misericordia, ya tan olvidadas del léxico y de las ideas populares.

No hay derecho a semejantes despropósitos a expensas de la Salud Pública. Obviamente que no, por eso están andando varios procesos jurídicos de los que esperamos castigos ejemplares y cambios fundamentales y no chorros de babas. Pero los fallos y las consecuencias no serán suficientes. Qué nos va a devolver la confianza a los médicos en un sistema que criticamos duramente desde su nacimiento? Qué motivaciones tendremos para que al interior de nuestros hospitales, inestables financieramente, sigamos tomando decisiones para cuidar a nuestros enfermos pero a la misma vez sigamos “protegiendo los recursos del sistema” como se nos ha solicitado fervientemente por las EPS como una prioridad derivada de un estado de “Emergencia Social”? Con qué cara vienen a decirnos ahora a los profesionales de la salud que el sistema de salud es ineficiente porque la acción médica y de los profesionales de salud es insuficiente, inoportuna y poco idónea? No desconozco el hecho de que existen falencias y debilidades en las acciones médicas, seguramente impuestas por las condiciones en las que trabajamos las gentes a las que se nos exige mucho, de quienes existen las mas altas expectativas pero a quienes el sistema no retribuye con unas condiciones de trabajo proporcionales a las anteriores y no me refiero exclusivamente a las económicas.

Creo que interpreto un sentimiento y una noción colectiva de mis colegas y de muchísimos otros profesionales que intervenimos desde el ámbito hospitalario en el sistema de la salud colombiano al manifestar que rechazamos y condenamos las acciones criminales en contra de los recursos de la salud pública vengan de donde vinieran, así como las maniobras de pretendido progreso empresarial de la salud o de avance del cooperativismo que rondan y traspasan falaz y peligrosamente los límites de la ética y la ley. Queremos un sistema en el cual todos los que tienen que ver con él se pongan la camiseta tanto como los que lo hacemos desde el cuidado directo de las personas enfermas y susceptibles. Mucho hemos invertido en la propia educación, en la creación y sostenimiento de hospitales y clínicas, en el diseño e implementación programas de educación médica de pregrado y posgrado, todo ello con miras a procurarnos a nosotros mismos un país con una salud fuerte y con una conciencia sólida de la seguridad social como unos bienes colectivos irrenunciables como para que ahora unos pocos hagan de lo establecido una fuente de criminales ganancias y prebendas. Estamos furiosos y mamados de la indolencia colectiva, de la ineficiencia de los entes de control, vigilancia y justicia, de la rampante corrupción en la administración pública y de los insaciables directivos y empresarios privados del sector de los aseguradores y de los que venden los medicamentos e insumos de la salud y exigimos no solo la aplicación de la justicia sino urgentes cambios estructurales respecto de nuestro sistema de salud.

Juan Rafael Correa
Cirujano Cardiovascular

lunes, 14 de junio de 2010

El sistema de Salud y las próximas elecciones.

Yo voté por Petro. Y vale entonces hacerse preguntas decisivas de cara a esta próxima elección de segunda vuelta. Algunas ya se las habían hecho a Petro en los debates y las contestó.  Me quiero referir a las de la Salud porque es mi campo de acción. Las respuestas de Petro fueron, en principio fundamental,  las de replantear el sistema de salud reduciendo a los aseguradores privados y asumiendo el gobierno el control de todos los aspectos del sistema con el único propósito de garantizar el derecho a la Salud de todos y desmontar un negocio que favorece a muy pocos. Simple y claro el principio pero difícil el eventual proceso. Obviamente el legislativo mayoritariamente oficialista no le caminaría a eso, igual que los colombianos no le caminamos a asumir nuestro propio destino. Preferimos dejar que otros que “están en el negocio” lo hagan. 

Pero poco se ha oído de Santos y de Mockus en profundidad del tema. Lo que se infiere de Santos es que el sistema seguirá sin cambios fundamentales pero con el propósito, apenas conveniente, de tener que replantear el futuro financiero del sistema obligado por la evidente y vergonzosa derrota jurídica de las medidas de la “emergencia social”. Entre esas tareas estaría la de revisar el POS. Me temo que serán paños de agua tibia para un sistema perverso que demanda cambios estructurales que favorezcan a nadie mas que al pueblo colombiano. Mockus por su lado se ha asesorado de varios expertos, entre otros el distinguido profesor Salomón Kalmanovitz, que puede entender el problema desde el lado macro-económico pero parece que nada más que desde ahí. Sorprende leerlo y aunque reconoce una proporción importante de colados en el subsidiado, resultado del clientelismo oficialista, expresa que 18 millones de pobres conforman un total de 23 millones del régimen subsidiado. Ojalá estuvieran así de claras las cuentas. Es un pajazo mental estadístico que tampoco resulta en una sana satisfacción. Pero sin importar si son 18 millones de pobres o no, el hecho fundamental es que no están recibiendo lo que se supone deberían recibir. Y no solo es el derecho a la salud. Y no reciben Salud como un derecho fundamental no porque no alcance el presupuesto. Tiene Kalmanovitz toda la razón cuando reclama que nuestro sistema tiene una enorme peca: nos gastamos en salud el 10% del PIB, que obviamente es ridículo en comparación al de Chile y Canadá con quienes él nos coteja, porque somos ineficientes en la manera como los que administramos y trabajamos en salud lo estamos haciendo. Y eso no es producto de otra cosa distinta de no entender ni asumir los derechos del otro en una sociedad que se rige por las reglas del mercado y las leyes y no por los derechos fundamentales. La propuesta de Kalmanovitz, que entiendo como la de Mockus y es la de un sistema público con una modificación a las contribuciones de los empleados para captarlas como impuestos. Él cree que tendría un efecto benéfico en formalizar la economía híbrida de los aportes parafiscales pero dudo que lo tenga en la eficiencia del propósito fundamental del sistema de salud mismo. El sistema, propone Kalmanovitz, sería regido por un cuerpo colegiado independiente del gobierno y de intereses privados bajo una gerencia proba que haga contrapeso a las omnívoras EPS. Yo me pregunto, y quién encarnaría tal oficio. No es el gobierno por el cual vamos a votar al que le corresponde velar por derechos del pueblo? De nuevo se queda corta en sus alcances la tímida propuesta verde.

Empecé diciendo que voté por Petro porque aquí tiene cabida mi postura ante los dos candidatos. Para mi queda claro que ninguno de los dos quiere asumir el hecho de representar los derechos de la Salud de los colombianos. Ambos están mas preocupados de no fallarle a un modelo económico y normativo, lo cual obviamente no debe desconocerse, pero poco en afrontar los problemas verdaderos del país, de todo el pueblo colombiano, con todos los riesgos que eso tiene. No sorprende entonces que las elecciones próximas se estén dando entre estos dos candidatos: ambos reflejan la situación de un electorado perplejo entre el acicalado paternalismo de mano fuerte y el ingenuo pero legítimo deseo anti-politiquero de actuar sanamente sin fallarle a las normas pero ignorando, ambas, a la sociedad, sus necesidades y principalmente sus derechos. Obviamente que cualquier solución que anteponga los derechos de la gente se considera de corte socialista. Y eso nos costaría esfuerzos y privaciones. Y eso no se le puede plantear al privilegiado segmento deliberante del país que quiere verse cada día mas glamoroso o zanahorio. El resto del pueblo no votará, porque entre otras cosas sigue intuyendo que sus derechos fundamentales realmente no importan. Y yo estoy con el resto del pueblo.


Juan R Correa
Cirujano Cardiovascular