sábado, 14 de mayo de 2022

Porque voy a votar por Petro... otra vez.

Quiero dejar esta publicación en la que rompo un silencio que obedece a no propiciar confrontaciones, por varias razones entre las cuales está oírme a mi mismo, aclarar a algunas personas cercanas a mí varias ideas y fundamentos que no pudieron ser oídos en momentos donde fue posible al menos intentar un debate que no pudo llegar a un término de conclusiones, o mejor, de encuentros para no usar el término de acuerdos que tanta resistencia inetelectual y pereza espiritual genera en nuestro país.


No voy a unirme a un grupo de resentidos que pretenden desbaratar un país y crear una nueva Venezuela, no me estoy uniendo a una causa por una pose intelectual en la que es fácil y vistoso ser un “comunista con privilegios”, no voy a insistir en apoyar una propuesta idealista de un megalómano ignorante e irresponsable, no voy a coincidir con los proyectos de un grupo de personas moral y legalmente impedidos para gobernar y hacer cumplir nuestra constitución. No, no se trata de eso.


Se trata de reconocer y unirme al resentimiento válido de millones de personas, mayorías de este país que han vivido y parido generaciones sucesivas dentro de un sistema en el que el Estado ha sido manipulado sistemáticamente por sectores exclusivos para obtener privilegios desconociendo derechos fundamentales. Yo no tengo motivos para estar resentido socialmente, pero reconozco como plenamente válido el resentimiento de muchos y esta es una oportunidad legítima no solo de expresarlo sino de superarlo. Me uno a esa propuesta. 


Creo que Colombia se merece un destino incomparable a algún otro país del mundo, incluida cualquier nación del “primer mundo”. No me parece inteligente ni sensato compararnos con nuestros vecinos con los que compartimos muchos hechos históricos y realidades sociales; menos cuando se trata de diseñar para nosotros mismos nuestro propio destino; eso sería una falta de imaginación y de compromiso con nuestras propias capacidades y nuestras realidades particulares. No quiero seguir siendo un privilegiado vergonzante, quiero un país de gente que se otorga sus privilegios sobre la base de entender, reconocer y trabajar arduamente por sus derechos comunes y fundamentales. Quiero un país diverso y libre, no quiero un país de siervos ni de estratos. No quiero conservar tradiciones que nos categorizan en razas, géneros y roles productivos o sociales y nos alejan de una identidad de nación, quiero una nación que se identifica por su historia, su territorio, sus posibilidades, pero sobre todo por sus acuerdos. Me uno a esa idea.


Me uno también a la idea de que por quien votaré es producto de este país convulso, desigual y violento quien ha trasegado por los territorios de la exclusión, la ilegalidad y la violencia, pero se ha acogido a la legitimidad del establecimiento que hemos implementado de manera torpe, incompleta y dolorosa, pero nuestra. Y lo ha hecho con creces, para disentir, para denunciar, pero también para proponer. Y su propuesta es legítima, osada, exigente y nos saca a todos de la zona de un envilecido conformismo retrógrado y excluyente, nos pone a pensar y ojalá nos ponga a hacer, a reconocer, a conceder y a lograr. Me uno a esa causa. O, ¿cuándo y cómo es que vamos a empezar a lograr cambios sociales? 


Deliberadamente vuelvo a votar por Petro porque es el único que habla de una propuesta con fundamento en los derechos. Eso hace toda la gran diferencia conceptual con los otros candidatos. No los derechos bajo la interpretaciones tímidas, ambiguas o amañadas en intereses particulares. No, yo hablo de los derechos de otros que han sido desconocidos a pesar de que hemos acordado reconocerlos cuando definimos la Constitución de 1991. Yo firmemente creo que necesitamos alguien que lidere su ejecución. 


También creo que su eventual período de gobierno tiene toda la posibilidad de ser traumático, convulso, exigente y, si quisiéramos, violento. Pero eso no depende ya de la propuesta. Depende fundamentalmente de cada uno de nosotros, de nuestra capacidad de adaptación, de transformación, en últimas, de evolución de la conciencia. Nuestra más obvia posibilidad evolutiva como especie es la del uso la conciencia. Ahí está el reto de adaptabilidad a un entrono que se agota dentro una convivencia social en la que no se tolera la desigualdad. Vamos a ver con qué grandeza, ingenio, tenacidad y sensibilidad vamos a afrontar esta posibilidad evolutiva. 


Me uno a una causa conocida, solidario y libre a la que ofrezco mi indeclinable voluntad de trabajo y lo que precise lo que acordemos como nación a la que percibo buscando genuinamente asumir su propio destino común.

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